En defensa de la libertad de expresión.

davies escribió:En defensa de la libertad de expresión.-

Anteayer publiqué un mensaje en el Foro de bolsa de “Expansión” (“El laboratorio”.- Tema: “Telefónica”) en el que me limitaba a expresar mi opinión sobre la suscripción de opciones realizada por el Sr. Alierta; operación que la prensa económica había dado a conocer ese mismo día.

El comentario fue eliminado a los pocos minutos por el equipo de los autodenominados “moderadores” de ese foro, sin aviso previo y sin explicación alguna.

Ante tal proceder (que, a ser sinceros, causó en mi más perplejidad que indignación) pedí cuentas a sus autores en sucesivos mensajes, con el desconcertante resultado de que mis requerimientos no sólo fueron ignorados, sino que, además, decidieron borrar los mensajes públicos en que los demandaba.

Me sorprendió enormemente que un periódico como “Expansión” practicase este tipo de liberticidios que, por desgracia, tiene antecedentes no muy lejanos que ahora se reverberan. Confieso que no reparé en ello.

Muchos de los prebostes del grupo (los Sres. Cuesta, Belloso o Garay, por citar algunos de los más significativos) acostumbran a presentarse ante sus lectores como indiscutibles adalides de la libertad y, en sus escritos, se proclaman abanderados de la libertad e, incluso, no vacilan al afirmar que “Expansión” es, dentro de la prensa económica, el diario “liberal” por antonomasia.

He llegado a la conclusión de que se trata de un concepto bastante equívoco de la “libertad”; o, si lo prefieren, de una libertad reservada a quienes se creen dueños de ella.

La primera reflexión que cabe hacer es que, cuando una empresa (esto es, una entidad con ánimo de lucro) apertura un espacio para que gratuitamente se manifiesten en él cuantas voces lo deseen, no está persiguiendo altruistamente el bienestar de los eventuales usuarios, sino atendiendo solamente a su propio beneficio.

Esta dinámica de intereses es legítima y debe ser aceptada: El medio recibe visitas que justifican sus tarifas publicitarias y el visitante obtiene, en contraprestación, una tribuna prestada desde la que platicar: “Quid pro quo”.

El problema sobreviene cuando ese juego de intereses se desequilibra en su mismo esquema; es decir, cuando el opinador se enfrenta al que paga la publicidad...
Los verdaderos liberales suelen resolver este conflicto con la máxima “No disparen al pianista”; los falsos liberales, eliminando inmediatamente los “elementos subversivos” que perjudican la cuenta de resultados de sus anunciantes (y, consiguientemente, los suyos propios).

Una segunda cuestión, enlazada con la anterior, es el fin último del gasto publicitario que finalmente se impone en esta pugna. El tema merecería un mayor desarrollo, y aquí me limitaré a plantearlo con dos preguntas alternativas: ¿Creen ustedes que Repsol, v.g., aumenta de algún modo su volumen de ventas por inundar de anuncios los programas; creen que los automovilistas desandamos el camino para buscar repostar en una estación de Repsol aceptando el “consejo”...?; ¿o creen, más bien, que esa publicidad tiene por concreto fin el comprar silencios o, dicho de otro modo, el disuadir a los “tertulianos” de la radio para que no hagan escala, precisamente, en las estaciones de Repsol...”. Naturalmente, que cada cual se pronuncie en el sentido que le parezca.

Los “censores” de “Expansión” (dejemos ya los eufemismos) seguirán disparando al pianista, mientras el Sr. Alierta siga pagando las copas; y esto no me gusta: He decidido no volver a entrar en ese bar. Estoy en mi derecho.

Pero me voy con pena, porque, al cerrar la puerta, he reparado en que dentro quedan clientes que defienden al pianista. Hombres y mujeres que no se dejan avasallar en los ambientes hostiles; románticos que no se arredran ante una pelea desigual que saben perdida de antemano...

Ellos, y no otros, son los verdaderos partisanos de la libertad... ¡Un fuerte abrazo a todos ellos!.


P.S. Este mensaje será publicado en el Foro “Contracción” y en otros foros de índole económico-bursátil.

Por mi parte, sólo puedo asegurarles que, en el primero, nunca será borrado.